11 de junio de 2008

Lectura en Madrid


9 de junio de 2008

Paraíso recobrado

ANTOLOGÍA DE TENERIFE
Rodolfo Häsler
Ediciones Idea. Santa Cruz de Tenerife, 2007. 136 págs.


Rodolfo Häsler (1958) es uno de los nombres fundamentales de la lírica hispana concebida entre América Latina y el Mediterráneo los últimos veinticinco años. Lo mismo que Tomás Segovia, Ramón Xirau y Juan Gelman, conforma otro caso de oscilación geográfica en cuestiones de identidad, aunque no precisamente debido a razones políticas sino estrictamente migratorias. Häsler es hijo de padre suizo y madre cubana. Su progenitor fue el pintor hiperrealista Rudolf Häsler, quien radicó en la isla caribeña en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, antes de establecerse en Barcelona en 1968. Pero la singularidad de la poesía de Rodolfo Häsler no se sustenta únicamente en los rasgos de su pasado genealógico, propicio a un especial sincretismo; al margen de su ascendencia, Häsler ha ido fraguando un mundo poético autosuficiente, nutrido por el aliento mítico e insólito de sus atmósferas, de espaldas a las corrientes más visibles y previsibles de la poesía contemporánea en lengua española.

La poesía de Rodolfo Häsler se resiste a sintonizar con la de su generación en Iberoamérica. No se le encuentra ni la sujeción métrica tan usada en la península ni el desbordamiento catártico tan común en la retórica latinoamericana. Häsler es, hasta cierto punto, un autor inclasificable. No encaja en un orden de rasgos en boga ni en las características grupales de una tendencia ostensible por la homogeneidad de sus productos. Los contenidos y las facturas textuales del espectro que arroja Antología de Tenerife respalda la suposición. Hay en cada una de las estaciones bibliográficas que la integran la masticación de una prosodia demasiado personal o muy apegada a la naturalidad de la respiración, lo cual queda manifiesto en una disposición rítmica totalmente exenta de artificios y zurcida de suaves encabalgamientos. La constancia en el tono, entendida como fidelidad a sí mismo y aunada a una sensualidad rica en matices táctiles, gustativos, sonoros, visuales y olfativos, ha potenciado sin duda la particularidad de esta voz única en su entorno inmediato.

En aras de la fina perceptibilidad de su yo poético, Rodolfo Häsler se confía a una exploración de lo cultural inaudito en tanto que metáfora de los misterios de la espiritualidad humana, ese aparente vacío rodeado de provocadora materialidad. Acompañado del Saint-John Perse más etnográfico, hurga en la esencia del testimonio vital de la especie a través de topónimos y denominaciones poco difundidas. No obstante, la reivindicación de la experiencia viajera tiende a individualizarse, y aquí el acusado cultivo de los sentidos encubre una discreta asimilación de Cavafis y su insinuante acento hedónico. El molde epigramático le sirve inclusive a Häsler, sobre todo en sus poemas iniciales, para auspiciar el seductor exotismo que recorre su obra de principio a fin. Pero a partir de su libro segundo, Tratado de licantropía (1988), Häsler topará con una de las medidas exactas para su pulso escritural: un tipo de cadencia que se mueve entre los límites del verso y los rudimentos de la prosa, resolviéndose más de las veces, según la demanda enunciativa, en un compás fronterizo que gravita en la ambigüedad de las formas.

A este respecto, uno de los referentes de la poesía de Rodolfo Häsler podría ser el trabajo del colombiano Álvaro Mutis. La propensión a destilar el meollo de la existencia mediante la procuración de los asombros primitivos y los sitios apartados —como una expedición a la semilla— late en ambos autores. Basado en un instinto de observación casi fotográfico, ahí está el afán descriptivo que conlleva la atracción por estos universos. Sin embargo, a diferencia de Mutis, Häsler consigna paralelamente noticias del mundo actual. Sus poemas se abren al babelismo de la ciudades, otra alternativa de tributo a la civilización. Mas no por ello la complexión lírica pierde la porción de enigma que le corresponde. Cada título de texto plantea un ejercicio de evocación de lo distante ignoto y lo cercano inquietante. En su reciente entrega, Cabeza de ébano (Igitur, Montblanc, 2007), este procedimiento de interiorización de la vida seglar es aún más patente y culmina en un acto de sublimación de lo admirado o un intento de perpetuación del instante sugestivo. En un momento en que los cambios de piel son necesarios para abatir la uniformidad de las aportaciones, la apuesta en solitario de Rodolfo Häsler representa un camino bastante transitable.

(Reseña publicada en el número 295 de la revista Quimera correspondiente a junio de 2008.)