7 de abril de 2008

Reconfigurar la tradición

EL JUGADOR, EL JUEGO
Leónidas Lamborghini

Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2007, 114 págs.

La poesía de hoy será crítica o no será. Esto significa: estar consciente de los presupuestos que ha legado la historia de los modos de composición del texto poético a fin de ejercer una escritura que asuma de antemano el desafío de sortear los tópicos del género sin pecar de ingenua. Tener conocimiento de causa y aceptar el quizá fallido reto de intentar eludir el camino recorrido por los maestros o el candor de los lugares comunes son, aunque resulte obvio, dos condiciones que podrían exigirse a la lírica de nuestro tiempo, visiblemente aparcada en perpetuar los paradigmas.

Pienso esto mientras intento dimensionar la reciente entrega de Leónidas Lamborghini (Buenos Aires, 1927), un poeta caracterizado por demoler la predictibilidad del decir poético a través de un programa que boicotea constantemente la solemne investidura de la voz lírica, recurriendo al humor y la parodia, entre otras variantes, para emprender una reelaboración de la idea del yo parlante a partir del perfil del sujeto ensimismado que la tradición ha entronizado.

No obstante, Lamborghini parece decantarse por tematizar la imposibilidad de superar lo que él denomina “el Modelo” y cuyo laborioso asedio, por cuenta del autor, termina constituyendo una especie de experiencia lúdica que a pesar del fracaso de la obra imperfecta contempla en la naturaleza de la creación propia los dones de la libertad. Si bien el carácter propositivo del poeta se limita a la capacidad para replantear de manera inusual lo ya dicho, también es cierto que el poema no debe hacer oídos sordos al compromiso ético de acoger un registro de sus contrariedades, tal como lo denota el siguiente pasaje del apartado inicial del volumen: “La sustancia momificadora se llama estereotipia. Pero hay que apostar, aunque la apuesta sea la Nada”.


La particularidad del trabajo de Lamborghini consiste tanto en una exploración intravenosa del hecho poético como en la reescritura que esta labor acomete del canon. Por lo primero cabe entender confrontación reflexiva, mas no por ello menos avispada, de la regla de originalidad compositiva; por lo segundo revisión subjetiva de, por ejemplo, las grandes aportaciones del idioma, concretamente las del Siglo de Oro, lo cual comporta una descomposición y una relectura desprogramadora de semejantes contenidos. Célebres piezas líricas de este período atribuidas a Garcilaso, fray Luis, San Juan de la Cruz, Góngora y Quevedo son replanteadas a la luz de su vocabulario pero con una inesperada orientación semántica y una novedosa disposición gráfica que las transfigura hasta dotarlas de un cariz inédito, alterando en casos el sentido original. Es aquí donde la poesía de Lamborghini alcanza su cota inventiva, aplicando a la par licencias de tipo ortográfico y gramatical de sugerente impacto visual.

El riesgo de El jugador, el juego radica en su parcial vecindad con el sistema mallarmeano, un esquema demasiado purista para las asignaturas pendientes de la poesía actual. Sin embargo, lo compensa la crítica al principio de consecución de la obra idónea que depara el subtexto. Los mejores momentos de este libro provocador son aquellos en los que la trama situacional se aleja de la especulación metaliteraria para valorar la relación del sujeto con su entorno, como lo muestran las secciones “Campo” y “Ciudad” en las que las adversidades del periplo vital se traducen en un contenido discurso de contundente y novedosa metaforización en el cual las lecciones de la existencia se entrecruzan con la efectividad de la enunciación. A este respecto, una de las cualidades señeras es la variedad de estructuras versales que amalgama el conjunto, desde la prosa poética hasta el verso descoyuntado.

En suma, la de Lamborghini es una oportuna referencia de poesía crítica en la medida que espabila al lector acerca de la noción de las contingencias de escribir de cara a la tradición, aproximándolo a ésta con otros ojos, la mirada ávida de asentir un tratamiento problematizador, deconstructivo de esas señas de identidad que articulan la historia del género.

(Reseña publicada en el número 293 de la revista Quimera correspondiente a abril de 2008.)